Perú indio y campesino contado desde el exilio
MANUEL SCORZA
Llegó hasta mí de la mano de un amigo caminante viejo de las letras. Me lo describió como un poeta iluminador, desconocido entre nuestras listas, profundo y con fuego americanista. Sus versos me introdujeron en escenas descarnadas que describían su propio destierro y que de alguna forma cantaron por mí lo que aún yo no nombraba .
Meses después tuve un encuentro casual y efímero con un sombrío indio serrano que acudía al locutorio que yo por aquellos días regentaba. Su curiosidad sobre un ejemplar de Poemas humanos de Vallejo que reposaba en el mostrador abrió un fértil intercambio de impresiones sobre letras peruanas que pasaron por nombres comunes como Arguedas, Mariátegui o Martina Portocarrero hasta llegar felizmente a Scorza. Dos días más tarde me allegó en calidad de préstamo un ejemplar de Redoble por Rancas. Nunca volvió a pasar a recogerlo, pero su lectura me trasladó con especial emoción a la fatalidad del pueblo abusado y del necesario alzamiento liderado por personajes cuyos atributos y valor troceaban las imposiciones de la multinacional y el mandato del poder.
Durante la dictadura de Manuel A. Odria y tras la publicación de su poema Rumor de la nostalgia antigua, Scorza se vio obligado a abandonar el Perú y exiliarse en varios países hasta llegar a Europa
Scorza se identificó desde siempre como hechura del pueblo indígena. Su origen imprimió en su obra un valor documental muy importante, en tanto que sus personajes fueron la expresión y extensión de líderes campesinos reales que vivieron y soportaron las contingencias de la lucha por la tierra y contra el esclavismo.
Desde su exilio en Europa consolidó su voz denunciante, facilitando la comprensión de una realidad dolorosa y a su vez, subyacente a los formalismos falaces de democracia moderna sostenidos por los gobiernos. Sus novelas significaron el reconocimiento internacional de las luchas indígenas hasta el punto de ser determinantes en decisiones políticas de gran relevancia como lo fue, por ejemplo, el indulto y liberación concedido a el líder Héctor Chacón, El Nictálope, quien se hallaba detenido.
Su vida cesó en el desafortunado accidente aéreo de una aeronave de colombiana que se dirigía desde Madrid a Bogotá, en noviembre de 1983
Publicó entre otras : Las novelas Redoble por Rancas, Historia de Garabombo el invisible, El jinete insomne, Cantar de Agapito Robles, La tumba del relámpago, y su poemario Imprecaciones.
Nota por Roland Higuita M
EPÍSTOLA A LOS POETAS QUE VENDRÁN
Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las
muchachas;
tal vez mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas
por donde venía la ardiente cólera.
Yo respondo:
por todas partes oíamos el llanto,
por todas partes nos sitiaba un muro de
olas negras.
¿Iba a ser la Poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.
Mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras llueva sobre el pecho de los
mendigos,
mi corazón no sonreirá.
Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
No digáis el romance de los lirios.
Hay cosas más altas
que llorar amores perdidos:
el rumor de un pueblo que despierta
¡es más bello que el rocío!
El metal resplandeciente de su cólera
¡es más bello que la espuma!
Un Hombre Libre
¡es más puro que el diamante!
El poeta libertará al fuego
de su cárcel de ceniza.
El poeta encenderá la hoguera
donde se queme este mundo sombrío.
S OY EL DESTERRADO
América,
a mí también debes oírme.
Yo soy el estudiante
que tiene un solo traje y muchas penas.
Yo soy el desterrado
que no encuentra la puerta en las
pensiones.
Te digo que en las calles
y en las azoteas y en las cocinas,
y al fin de cada día y en mi pecho,
algo está muriendo.
Escúchame:
Yo soy el desterrado,
yo vagué por las calles
hasta que los perros
lamieron mi amor desesperados.
¡Acuérdate de mí!
Hay días que no tengo ganas
de ponerme los ojos,
días en que hasta los pájaros
se pudren a la mitad del vuelo.
¡Amor, amor,
tú no has dormido
en cuartos inmundos;
tú no sabes lo que es vivir
con una mujer que zurce su ropa llorando!
Ay, durante siglos los poetas callaron
y en el silencio sólo se escuchaba
un susurro de abejas que sonaba,
hasta que ya no pudimos más,
y el dolor empezó a mancharlo todo:
la mañana,
el amor,
el papel donde cantábamos.
Un día el dolor
empezó a gotear desde abajo,
daban los muros gritos desgarradores,
una mano amarguísima volcó mi pecho.
Ahora vengo a ti gimiendo,
aquí está mi voz encarcelada,
aquí estoy yo, debajo de esta frente,
derrumbado.
De Las imprecaciones
LOS POETAS
Ustedes, poetas,
¿qué creían?
Cantaban
bellísimas canciones;
en vuestra tarde hermosa
sólo sonaba
el murmullo amarillo de la fuente;
los poetas tejían
enredaderas de espuma
alrededor de las muchachas;
los poetas decían:
las aguas son transparentes
como si debajo agitaran candelabros
encendidos.
Aquí algo humeaba;
no era nada,
era gente desconocida;
el humo salía de los ojos del mundo,
quemaba cisnes, mataba flores,
y ustedes, poetas, cantaban.
¡Era difícil interrumpir la melodía!
Cómo iban los poetas a decir:
“No hay papas”,
“Está sucia mi camisa”,
“La niña llora por su pan descalabrado”,
“No tengo para el alquiler”,
“No puedo, vuelva a fin de mes”.
Ay, poetas,
ahora el beso
en los labios se nos pudre;
muertos estamos
de comer barbudas aves.
En verdad, os digo:
antes de que cante el gallo,
lloraréis mil veces.
De Las imprecaciones